31 de diciembre de 2017

Enactivist Interventions

Gallagher, Shaun. 2017. Enactivist Interventions: Rethinking the Mind Oxford University Press




Uno de los mayores atractivos de este libro es que por fin se abre una posibilidad de considerar lo cultural en el estudio de la cognición. Para Gallagher, la cognición es “a kind of dynamic adjustment process in which the brain, as part of and along with the larger organism, settles into the right kind of attunement with the environment – an environment that is physical but also social and cultural” (p. 160).

Siguiendo la ruta trazada por Varela, incorpora la fenomenología al instrumental teórico. Pero su movimiento más audaz es sin duda introducir la perspectiva de la filosofía pragmatista estadounidense dentro de las tramas teóricas de la cognición corporeizada .

Considera la ideas de la percepción de Dewey como antecedentes de las teorías de las contingencias sensoriomotoras de Noë y O’Regan y emparenta su noción de "situación" con los principios del enactivismo. Del mismo modo, observa semejanzas entre el concepto de espacio perceptual como "area de manipulación" de Mead y la noción de affordances de Gibson (lo cual no tiene mucho mérito pues las affordances se han asociado prácticamente con cualquier cosa). Pero más sorprendente aún es que señala cierta sintonía de algunos principios de Peirce con el enactivismo y las teorías de la mente extendida. Pero al padre de la semiótica americana no lo explora en exceso.

Como otros autores del enactivismo radical, Gallagher destierra todo rastro de representación mental. Y lo hace con mucha meticulosidad. Pasa lista a teorías recientes que reorientan, matizan y reconceptualizan lo que podemos entender por representación mental en cognición. Entre estas teorías revisadas destacan: Las representaciones orientadas a la acción, Representaciones preintencionales, Representaciones formateadas, Representaciones mínimas, etc. A todas les niega cualquier derecho epistémico y las declara proscritas.

Pero sin símbolo no hay cultura. A esto hay que añadir la tradicional fobia a los modelos inferenciales de la mente de este campo de reflexión. Y sin cultura, y sin inferencias lógicas, base de la filosofía analítica sobre la que descansa la tradición de la filosofía de la mente, cualquier intento de aprehender la coemergencia de sujeto, entorno y cuerpo, se queda en un ejercicio limitado incapaz de competir con el glamour de los estudios empíricos o con el presupuesto de las neurociencias.

Estamos todavía lejos, pero nos vamos aproximando: cuando la filosofía de la cognición corporizada reintroduzca una noción, cualquiera, que admita las construcciones simbólico/culturales responsables de la angustia ante el deseo, o la muerte, o la emoción que nos produce la música que amamos, entonces, estaremos rompiendo por fin este laberinto.

Seguimos esperando…. 

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